Hello Kitty, el sorprendente dibujo inexpresivo y plano que vale mil millones de dólares anuales
Hay una palabra japonesa que define a Hello Kitty. Cuidado al pronunciarla. Es kawaii, que en una mala traducción sería ‘adorable’. Pero es más que adorable. Es supertierna e hipertierna. Es como oler la cabeza de un recién nacido o acariciar una foca bebé. Es un dibujo asexuado, hierático, inocente y plano. No hace nada y podría hacer de todo, depende de quién lo mire. A cambio, sólo exige cariño, atención – hola, gatito- y alrededor de mil millones de dólares anuales.
Hello Kitty es el dibujo más plano de la historia. Sus ojos son dos puntos negros, su nariz una bolita amarilla, no tiene boca, ni perfil, ni cejas o pestañas. Tiene tres pelos de bigote a cada lado, pero no a cada lado de la inexistente boca, sino que le salen de los lados de la cabeza. Alucinas. A su lado, Garfield está pintado por la monja Isabel Guerra. En condiciones normales, a un gato así de inexpresivo habría que ponerlo a dormir por humanidad. Sin embargo, por algún motivo ignorado, este gato vale mil millones de dólares. Quizá sea por el lacito rosa que alguien le puso junto a su oreja izquierda.
Así es. El gato que mira al mundo como si no fuera con él, lleva un lacito rosa y las cuatro islas de Japón, junto al resto del mundo infantil (femenino) occidental, considera que ese dibujo inexpresivo y asexuado es “una monada”, “tierno”, “suave”, “cariñoso” y, sobre todo, “adorable” (según una encuesta de percepción de la marca de una universidad estadounidense). Lleva trajecitos adorables, hace deportes adorables y sus almohadas, mochilas, plumieres, agendas, cintas, bombones... son adorables. Hasta tiene abuelitos adorables (creados en 1981). El gato es kawaii, palabra japonesa que significa “adorable” y que se aplica desde 1970 a cualquier icono que trata de atrapar la esencia de la ternura de un bebé o de una foca bebé, un ser tan tierno que puede provocar un coma diabético con solo mirarlo.
Salchichas
Parece mentira, pero el dibujo de un gato sin nombre y que observa a quien le mira porque responde al saludo de “Hola, gatito”, lleva dando vueltas por el mundo desde 1974, desde la primera vez que unas carteritas de vinilo con la imagen del bicho salieron al mercado. La empresa Sanrio se quedó con los derechos del gatito y puso a su departamento creativo a trabajar en alguna variación del dibujo.
En 1978 se aprobó la Constitución española y Hello Kitty salió montada en un pequeño avión con el que recorrió el mundo en carteritas, cuadernos, reglas milimetradas... Qué adorable. Ayer, 33 años después de esos dos momentos históricos, un periodista de esta casa aseguró que había visto papel higiénico de Hello Kitty y otro aseguró que había estado en un semáforo de la Castellana detrás de un mini rosa con una pegatina gigante de un gato hierático con lacito. Hasta hay salchichas de Hello Kitty y pendientes de oro con cristales de Swarovski.
Apenas un lustro después de su nacimiento, Hello Kitty ya había conquistado Estados Unidos, algo que no había conseguido ningún producto amarillo, dibujo manga, kawaii o lo que fuera. La percepción de los americanos sobre el gato es que además de asexuado, es apátrida; un ciudadano gatuno del mundo. Los europeos, mucho más dados a aceptar los productos de ojos temblorosos, no repararon en que el gato no era un producto inglés o alemán.
Ni les importó. Universidades de todo el mundo que estudiaron el fenómeno concluyeron que el gato es la proyección de “la feminidad preadolescente que no busca complacer a nadie, excepto a sí misma”. En ese sentido, es una representación de pura inocencia y los padres, que al final eran son los que tienen que desembolsar el dinero para complacer a sus hijas, no se niegan a comprar un producto tan cándido que no compromete la pureza de sus vástagos, como sí hace una barbie (fuerte, decidida, con un armario lleno de ropa y un coche mejor que el de su novio) o incluso una muñeca repollo, asociada al destino fatídico de ser fea. Hello Kitty no es ni guapa ni fea, sino adorable en cualquiera de las tres versiones que en estos cuarenta años ha habido del gato.
Un mundo de osos amorosos
En la década de los ochenta, al gato ya lo encontramos cocinando, bailando, jugando al tenis... Todo lo hace con la misma ternura inexpresiva que logra que Unicef nombre al bicho embajador de la infancia. Durante esos años, los diseñadores de Sanrio trataron de darle una vuelta más a un fenómeno que daba pingües beneficios pero que declinaba en un mundo complejo de ositos amorosos y twinki-dinkies y elmos cosquillas.
Entonces llegó 1993 y a alguien se le ocurrió cambiar el lacito rosa por una florecilla. Hello Kitty volvió a tomar al asalto escaparates y expositores de tarjetas de cumpleaños. Mantas, toallas, juegos de mesa, un monopoly de Hello Kitty que recompensaba con dos turnos de ternura adorable a quien cayera en la cárcel... Empezó la moda de los pines del gato y de los adhesivos. Hello Kitty salió vestida de enfermera y los hospitales de todo el mundo se decidieron por la presencia del gato. Unicef metió más presión a su embajadora y Hello Kitty lanzó mensajes llenos de flores y alegría. Los críticos, poquísimos, aseguraban que el gato era un minusválido de pies y manos sin forma y su ausencia de boca era la representación de la sumisión tradicional de la mujer asiática. Lo que sea.
El negocio, en 2011, sigue valiendo 1.000.000.000 de dólares anuales. Si se le ocurre una idea mejor, dibújela.
Hello Kitty Platinum Plus Visa
Dicen que empieza a perder fuelle, y que la empresa Sanrio anda desesperada reclutando a los mejores diseñadores para que encuentren una alternativa creíble al lento declive de una marca que licencia sus productos en todo el mundo. Sin embargo, ese declive no está tan claro. Hace unos años, un congresista de los Estados Unidos presentó una falsa tarjeta de crédito de Hello Kitty para ejemplificar la ausencia de escrúpulos del mundo financiero a la hora de atraer a un público infantil al mundo del consumismo. Unos meses después, Sanrio presentó la “Hello Kitty Platinum Plus Visa Credit Card”. Puede pedirla on-line.
HELLO KITTY Ni guapa ni fea, sino adorable
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